Vivimos
en el planeta azul. El agua juega un papel decisivo para todos los
organismos, sean plantas, animales u hombres.
Sin embargo, sólo una pequeña
parte de las reservas de agua en el mundo, el 0.3%, es agua potable. Esta
pequeña cantidad - en relación al volumen total - está en peligro. Científicos subrayan el aumento de
sustancias nocivas en nuestros yacimientos de agua potable.
Un cambio radical de actitud con
respecto al trato de nustro medio ambiente es imprescindible.
Agua potable limpia y pura se
convierte cada vez más en un bien escaso. Agua residual de uso industrial y
agrario, agua de los hogares llena de detergentes y las filtraciones
de elementos tóxicos en las aguas subterraneas, hacen cada vez más
difícil que los abastecedores se atengan a los valores límite oficiales.
Los riesgos para la salud
que proceden de las impurezas del agua todavía no han sido investigadas lo
suficiente. Se conocen solamente pocos efectos como
los de amianto, nitrato, pesticidas (por ejemplo atracina), plomo, cobre,
fostato, cloro, etc. Dependiendo de la sustancia, los efectos pueden ser:
cáncer, alteraciones en el patrimonio genético, infertilidad, alteraciones
en las funciones nerviosas o cerebrales, daños en los huesos y el esqueleto,
dificultades en la capacidad de aprendizaje y concentración, o como
en el caso del nitrito, la muerte de un bebé.
Incluso si son respetados los valores
limites, faltan estudios sobre los efectos de la acumulación y
combinaciones químicas que se pueden producir en el organismo.
La medicina biológica ha
averiguado que el consumo permanente de agua no purificada provoca a largo
plazo la esclorificación del tejido conjuntivo y por lo tanto
perjudica la función de las células. Esto contribuye al nacimiento de
enfermedades crónicas.
Luis Pasteur decía: ‘Bebemos el
90% de nuestras enfermedades.”
Protección propia
contra impurezas del agua
Casi todos los alimentos son
tratados o cocidos en agua. Verdura y fruta son lavados, café y té son
preparados. Es cierto que el parte del agua potable será hervida, pero
sobre todo las sustancias nocivas, no son eliminadas de esta manera. A
través de la alimentación ingresan en el organismo. A los 60 años, una persona
promedio ha
consumido unos 55.000 litros de agua. Ante esta cifra, es entendible que
querramos agua limpia y pura.
Naturalmente que a largo plazo
sólo un entendimiento ecológico con la naturaleza posibilitará la mejora
de tal infortunada situación. Pero para estar seguro hoy en día de no
poner en peligro la propia salud, es necesario desarrollar una iniciativa
propia con respecto al tratamiento del agua.
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